¡Hola! Seguramente has escuchado la frase: “Escuchar música secular no es pecado, no sucede nada porque simplemente siento que no me afecta.” Sin embargo, como cristianos estamos llamados a examinarlo todo (1 Tes. 5:21), juzgar las cosas con discernimiento (1 Co. 2:15) y comprobar lo que es agradable al Señor (Ef. 5:10).
En este escrito, quiero invitarte a reflexionar sobre la música que escuchamos y si, a través de ella, glorificamos al Señor. Para ello, consideremos brevemente los siguientes puntos:
La realidad de la música.
El propósito de la música.
El estilo de la música.
El contenido de la letra.
¿Es realmente necesario?
1. La realidad de la música
En el mundo hay músicos con un talento extraordinario, prodigios en la ejecución de sus instrumentos. Escuchar música secular o asistir a conciertos puede ser entretenido. Además, existen muchas composiciones instrumentales sin letra que poseen melodías memorables y pegajosas. Algunas canciones incluso contienen mensajes positivos y reflexiones acertadas sobre la vida.
No podemos negar que hay músicos, cantantes y compositores talentosos, verdaderos maestros que han dejado huella con sus obras musicales.
2. El propósito de la música
¿Qué nos dice la Biblia sobre la música y su finalidad? Un ejemplo claro es el rey David, quien usaba la música para adorar a Dios (2 Crón. 7:6; 23:5; Sal. 71:22; 92:1-3; 150:3-4). Sin embargo, también tocó el arpa para calmar al rey Saúl cuando era atormentado por un espíritu maligno (1 Sam. 16:14-23). Además, el pueblo de Israel usaba la música en la guerra, como medio de advertencia y para sorprender a los enemigos (Neh. 4:20; Juec. 7:16-22).
En el Nuevo Testamento, Pablo exhorta a los creyentes a cantar salmos, himnos y cánticos espirituales para alabar a Dios y animarse unos a otros (Ef. 5:19). Esto nos lleva a concluir que el propósito primario de la música es la alabanza a Dios, aunque también puede cumplir otros fines sin contradecir este principio.
3. El estilo de la música
No existen bases bíblicas para afirmar que un estilo musical en sí mismo es hereje, pagano o profano. La Escritura menciona una gran variedad de instrumentos musicales: de cuerda, viento, metal y percusión (Sal. 68:25; Esd. 3:10). No hay fundamento bíblico para decir que la batería es diabólica o que incluir guitarras eléctricas en la música de la iglesia es abrirle la puerta a la mundanalidad.
El estilo musical de una iglesia puede estar influenciado por la cultura del país. Por ejemplo, los ritmos usados en una iglesia cubana pueden ser normales en su contexto, pero en otra región podrían ser motivo de cuestionamiento. No debemos catalogar un estilo como más espiritual que otro sin considerar estos factores.
Sin embargo, el ritmo y la melodía pueden ser peligrosos. Imaginemos a una joven creyente que atraviesa una ruptura amorosa y decide escuchar canciones populares que exaltan la independencia y el empoderamiento en el desamor. Estas letras podrían alimentar su orgullo y llevarla a una actitud equivocada. ¿Le ayudarán a reflexionar a la luz de la Palabra? ¿Le acercarán a Dios o alimentarán su orgullo? Aunque hay libertad para escoger estilos musicales, cada ritmo y melodía pueden ser un medio para acercarnos a Dios o alejarnos de él.
4. El contenido de la letra
El apóstol Pablo nos da un criterio claro para discernir si el contenido de una canción es apropiado:
"Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad" (Fil. 4:8).
No podemos escuchar canciones cuyo contenido contradice los principios de Dios. Es preocupante ver a jóvenes alabando a Dios el domingo y, durante la semana, esperando ansiosos el nuevo lanzamiento de un artista como Bad Bunny, cuyas letras promueven la sexualidad desmedida. ¿Podrías recomendar abiertamente tu playlist a toda tu iglesia, asegurando que su contenido es digno de alabanza?
5. ¿Es realmente necesario?
Algunos dicen: “No puedo dejar de escuchar esta música, me encanta”. Otros afirman: “Me gusta y siento que no me afecta”. Pero Pablo nos advierte:
"Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna" (1 Co. 6:12).
Si dices que no puedes dejar de escuchar cierta música a pesar de saber que no te edifica, estás subestimando el poder de Dios en tu vida. No debemos vivir por lo que sentimos, sino por lo que sabemos según la Palabra de Dios. Juan, en sus epístolas, no usa el verbo "sentir", pero menciona más de treinta veces el verbo "saber". El creyente vive por lo que sabe de Dios, no por lo que siente.
Reflexión final
Es tiempo de dejar de usar la libertad en Cristo como excusa para justificar deliberadamente nuestras preferencias musicales. Nuestra libertad no nos fue dada para vivir de manera liviana, sino para renunciar a lo que no glorifica a Dios. Si esta es tu lucha, ora al Señor y pídele que quite en ti cualquier deseo de depender de música que no edifica ni glorifica a Dios.
Recuerda: "Ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí" (Gál. 2:20). Que toda nuestra vida, incluso lo que escuchamos, refleje la gloria de Dios.
¡Dios bendiga su santa y eterna Palabra!